Tras la decisión del presidente Trump de imponer aranceles 25% a Canadá y México, un analista comentaba ayer (pido disculpas, no recuerdo dónde lo leí) que los mercados no se habían tomado en serio las advertencias previas del presidente y por eso les había pillado por sorpresa. Decidí que una decisión así merece ser tomada en serio, por lo que me tomé la libertad de analizar en detalle el impacto de esta medida en los mercados y la industria, publicado ayer en nuestra revista.
A última hora de ayer, el presidente Trump anunció en Verdad Social, tras conversar con el primer ministro de Canadá, Justin Trudeau, y la presidenta de México, Claudia Sheinbaum, que posponía 30 días la aplicación de la decisión de imponer aranceles a ambos países.
A primera vista, uno podría interpretar la decisión de aplazamiento de 30 días como, una vez más, una noticia que hay que tomarse en serio. Que ahora, tras unas negociaciones serias que se condensarán en los próximos 30 días, se tomarán decisiones bien analizadas, con estudios de impacto y similares. Pero seamos sinceros: ¿necesita el presidente Trump 30 días para esos análisis?
Desde hace algún tiempo vengo observando que el pueblo estadounidense tiene o bien un gran apetito de perturbación de cualquier tipo -económica, política, social- o bien una profunda e insatisfecha necesidad de entretenimiento. El presidente Trump, con su aportación diaria, satisface estas necesidades de la sociedad estadounidense. Cuando digo entretenimiento, no me refiero necesariamente a algo cómico, sino más bien a una especie de reality show elaborado, con el presidente Trump en el papel principal, constantemente en busca de "ratings", en un proceso permanente de mantenerse en el centro de atención, de sorprender.
¿El resultado? Las noticias de hoy sobre el presidente Donald Trump son diferentes de las de ayer. Cada día trae una nueva "historia Trump", fundamentalmente diferente de la anterior. Pero plantea serias dudas sobre su credibilidad a largo plazo, no solo ante los mercados financieros, sino también ante los aliados tradicionales de Estados Unidos. Existe un riesgo real de que empiecen a buscar otros socios más estables para sus estrategias a largo plazo.
Confieso que cada vez me resulta más difícil descifrar la estrategia del presidente Trump. Intento encontrar pistas analizando las reacciones de otros líderes mundiales, pero parecen igualmente desconcertados. Al cambiar de decisiones de un día para otro, el presidente Trump parece poner en peligro la propia credibilidad de Estados Unidos en su conjunto, un activo estratégico sin el cual el eslogan "Make America Great Again" sigue siendo una promesa vacía.
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