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Viaje 2 - Cumpene

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Era el final del verano. Hacía un par de meses que no llovía. La hierba del prado, antaño de un verde crudo, se había vuelto amarilla. Sólo el gorrión gigante de la linde del bosque seguía en pie. Las hojas de las hayas del valle se estaban secando y comenzaban a caer. No recordaba una sequía tan terrible.

Pero un día, hacia el mediodía, el cielo se oscureció. Una cohorte de nubes púrpuras ocultaba la luz del sol. Llegó la tormenta. Los relámpagos comenzaron a iluminar el cielo. San Elías puso en marcha su carro por el cielo. El estruendo de los truenos retumbó en largos ecos por los valles. Un fuerte aguacero cayó sobre la montaña. Ráfagas de viento ululaban entre las ramas de los árboles. Un terrible rayo golpeó un abeto en la costa vecina. Se produjo una enorme llamarada. El fuego arrasó con avidez un árbol tras otro, desafiando, al parecer, a la lluvia que seguía cayendo. A pesar de las frescas lloviznas, ya podía sentir el aguijón del fuego. El vendaval también estaba alimentando la chamusquina, arrastrando las chispas por el bosque. ¿Podría ser éste el final?
Han pasado unas horas. ¿Muchas, pocas? Había perdido la cuenta. De repente, tal como empezó, la tormenta cesó. Las nubes se alejaron a toda prisa, llevándose el viento con ellas. El sol se escapaba hacia el ocaso. El incendio que había arrasado el bosque de la costa vecina se había detenido. Lo detuvo el arroyo del valle, que se había hinchado, alimentado por la escorrentía de la lluvia procedente de las laderas de las montañas. Respiró aliviado.
Más al lado, su primo, el pino nudo, estaba feliz. Por fin, sus retoños, las piñas que habían rodado durante años entre las piedras, se abrían al calor del fuego, arrojando sus semillas. En poco tiempo los jóvenes pinos enviarían sus primeras ramas, sus primeras enramadas, sobre la tierra ennegrecida por las quemaduras.
Han pasado los años. El buen anciano de la barba blanca acababa de vaciar su saco en casa de los niños buenos. Los niñitos estaban felizmente dormidos.
La luna llena extendió su manto plateado sobre la quietud de la noche. La nieve brillaba, como alimentada por su propia luz. Ni siquiera un susurro de viento perturbaba el silencio helado de la medianoche.
Pero, de repente, la quietud de la naturaleza se vio rota por un golpe seco. Un alero de moho se desplomó a lo lejos. ¡Avalancha! La nieve aterciopelada, nacida de la luz como una brisa, se transformó en una bestia, creciendo y cobrando velocidad. Nada se interponía en su camino. Ni siquiera la espesura del viejo bosquecillo. Los abetos viejos y jóvenes se desmoronaron como astillas bajo el auge blanco. Y de repente, el silencio. El torrente se detuvo en el valle. A la luz del día, había aparecido una amplia franja en la ladera de la montaña. Los abetos caídos yacían esparcidos como derribados por la furia de un gigante.
¡Uf! Falló esta vez.
La primavera. El entusiasmo por la vida se reavivaba por todas partes. Las campanillas de invierno alzaban alegremente sus campanillas entre los trozos de nieve devorados por el viento del norte.
Sin previo aviso, las entrañas de la Tierra comenzaron a agitarse. Un enorme acantilado se desprendió de su cima. Cayó cada vez más rápido, chasqueando como tordos los abetos a su paso. Terremoto. Se dirigía hacia él, abriéndose paso entre la espesura. Se replegó sobre sí mismo para no sentir el final. Sintió que sus ramas se apartaban violentamente. Oyó un crujido aterrador, luego retumbó el trueno. Poco a poco, las criaturas del bosque se callaron.

Cuando volvió en sí, el esbelto árbol que lo había cobijado desde que era un niño con una sola pierna yacía desplomado en el suelo. Adiós, viejo querido. Que se supiera, y los ancianos decían lo mismo, nunca se había producido un terremoto semejante en la cima de una montaña. Abajo, en el valle, creo que fue el colmo.
Y otra vez escapó con vida. Alguien allá arriba debe amarlo.

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Mircea Nanu-Muntean

Mircea Nanu - Muntean nació, como a él le gusta decir, hacia finales de la primera mitad del último siglo del milenio pasado (13 de diciembre de 1948) en Bosanci, condado de Suceava. Es redactor de radio y televisión y productor de "En las fronteras del conocimiento", escritor apasionado de ciencia ficción y miembro fundador de ARCASF (Asociación Rumana de Clubes y Autores de Ciencia Ficción).

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