El escultor solitario que se convirtió en artista por casualidad

La historia del escultor estadounidense John McAbery es casi increíble. Su modo de vida, la historia que le llevó a la escultura, el desapego con que mira el lado material y su amor por la naturaleza y la libertad hacen pensar que estamos ante una historia de Hollywood. Pero esta es la vida cotidiana de este artista por casualidad, como a John le gusta presentarse.

McAbery vive junto al océano Pacífico, en el norte de California, en una cabaña de madera que él mismo construyó. La cabaña tiene una sola habitación con una estufa de leña, que sirve tanto para calentarse como para hacer café y cocinar, un lavabo, una cama, una mesa con una especie de extensión (para trabajar) y 2 sillas. Toda la casa tiene unos 100 metros cuadrados. El cuarto de baño está fuera de la casa. No tiene servicios: agua corriente, gas o electricidad, pero la casa tiene un panel solar de 50 vatios montado sobre ella que proporciona la electricidad necesaria para alimentar bombillas de 12 vatios y una radio. John lleva décadas viviendo en un espacio así.

En 1992, cuando tenía 48 años y llevaba 30 viviendo junto al océano, fue como de costumbre a recoger la basura de la playa y descubrió un trozo de caoba con forma de pie. Se lo llevó a su casa de campo y pasó los días siguientes intentando tallar una cuchara con las herramientas que tenía en casa. Se dio cuenta de que disfrutaba mucho haciéndolo, y durante los seis meses siguientes se dedicó a fabricar cucharas con restos de varias maderas que tomaba de un amigo carpintero.

Incluso después de 6 meses de pasar cada minuto libre tallando no se consideraba un artista. Un día un amigo le preguntó si no estaría interesado en hacer también obras de arte. La respuesta fue "no", pero algo en su mente empezaba a tomar forma. Al ver una concha marina en la playa, se le ocurrió intentar reproducirla. El primer intento fue aceptable, los 4 siguientes fueron mejorando, y el séptimo tenía las paredes casi translúcidas. También hubo algunas que acabaron su corta vida en la estufa. Satisfecho con los resultados, empezó a buscar patrones.

Había todo tipo de formas que se podían tallar -pájaros, conchas, plantas-, pero él empezó intentando reproducir una cinta retorcida. Sus primeros intentos acabaron en la estufa. Mientras tanto compró más herramientas, también mecánicas, y trabajar con ellas era uno de los placeres de su nueva afición. A veces los patrones se creaban con la ayuda de cintas que se colocaban en determinadas posiciones, tras lo cual el diseño se reproducía en la madera.

Trabajó así durante 2 años, sin considerarse artista, ofreciendo algunas de sus obras a conocidos porque el reducido espacio no le permitía conservarlas todas. Por casualidad, en octubre de 1995, John conoce a Gretchen Bunker, una joven artista llegada a aquella playa californiana. Gretchen queda muy impresionada con su obra y, al tener contactos en el mundo del arte, envía algunas de ellas a galerías de Seatle, Santa Fe, Aspen y Los Ángeles. Las obras tienen éxito, y John McAbery pronto pasa de ser un simple carpintero a un artista conocido y apreciado.

Convertirse en artista no cambió su forma de vida. El único cambio fue que Gretchen entró en su vida y se convirtió en su compañera. A veces le hace los dibujos para algunas de sus obras. Pero la vida sigue siendo tan sencilla como siempre, y la propia Gretchen respeta su soledad.

John McAbery sigue trabajando con herramientas manuales, pues odia el ruido que hacen las eléctricas. Las obras están dibujadas sobre madera,

tras lo cual comienza un largo proceso de perforación y moldeado,

utilizando una sierra japonesa, escofinas, taladros, baterías u otras herramientas similares.

Al principio utilizó maderas de distintas especies, pero se llevó mejor con el laurel californiano, que es duro y elástico a la vez y tiene una rica paleta de colores. Ahora sólo trabaja con laurel, que lija al final con papel de lija de grano 600 y acaba con una mezcla de cera de abeja y carnauba.

John es un gran amante de la naturaleza. Sólo trabaja con madera derribada por el viento o traída por el agua. Sigue viviendo en su cabaña de madera y limpiando la playa de madera a la deriva. Lleva la misma vida sencilla, sin herramientas lujosas, televisión ni teléfono. Una vez a la semana camina hasta el pueblo cercano, donde hace la compra y consulta su correo electrónico.

Gretchen dirige el sitio web y su hija la tienda de Etsy. No quiere vender su trabajo de otra manera porque no necesita más. La vida sencilla que le da la alegría de apreciar y saborear el tiempo, de vivir intensamente descubriendo y aprendiendo continuamente, es todo lo que quiere. Pero la gran alegría es talla en madera y agradece el momento en que, al encontrar el trozo de caoba en la playa, decidió tallarlo. Sin ese momento se habría perdido la parte más creativa y satisfactoria de su vida.