La casa de té japonesa es un edificio especialmente construido para albergar la tradicional ceremonia del té. El ritual, llamado "chanoyu", "ochu" o "sado", que se remonta al siglo IX, es para los japoneses mucho más que una reunión para disfrutar de una taza de té. Es una experiencia existencial, una forma de preservar la emoción y la santidad del momento, un lugar para la relajación y la amistad.
La casa suele ser pequeña y los materiales utilizados son sencillos y naturales. Alrededor de la casa hay un jardín -rojizo, a veces con bancos- muy importante porque tiene la función de preparar a los invitados para el ritual.
Las puertas y ventanas están hechas con paneles tradicionales de madera de balsa y un papel muy fino, casi transparente, llamado shoji.
En el suelo hay esteras - tatami - hechas de paja de arroz firmemente entretejida, sobre la que se coloca una capa de paja que las hace muy suaves. En cada estación las esteras se colocan de forma diferente, y los japoneses nunca pisan el tatami con los zapatos puestos.
La entrada a la casa es muy baja, lo que obliga a los invitados a agacharse para entrar, haciendo así un gesto simbólico de humildad. En el interior hay 2 salas, una para preparar el té y los aperitivos y lavar la vajilla utilizada y otra para la ceremonia del té propiamente dicha. No hay más decoración que un grabado cuidadosamente elegido por el anfitrión para anunciar el tema del té. A veces la casa también tiene un nombre, cuidadosamente elegido por los propietarios para reflejar la sencillez de la ceremonia del té y las enseñanzas zen del budismo.
Se dice que los japoneses son los creadores del diseño minimalista. A diferencia de los occidentales, cuyos edificios son pesados, con mucha decoración innecesaria y a menudo desarrollados en vertical, los japoneses envuelven sus construcciones en el misterio, apostando por la esencia de las cosas. Se dice que en la arquitectura tradicional japonesa se empieza por una habitación y cuesta mucho esfuerzo hacerla bien y pasar a la siguiente. Lo mismo ocurre con las casas de té: sencillez, misterio, tradición y materiales naturales.
La casa de té japonesa sirvió de inspiración al arquitecto de una empresa de Oregón (EE UU) que construye cabañas de madera. Un cliente, que había vivido en Japón de niño, quería una casa de 45 metros cuadrados. El resultado fue una hermosa casa de té con dos zonas discretamente definidas, una cocina y un salón.
El salón es austero, típicamente japonés, con suelo cubierto de tatami y ventanas de paneles shoji.
Siguiendo la tradición japonesa de la entrada baja, también se hizo una entrada así para los invitados.
La zona de dormitorio se encuentra, digamos, en el desván, una zona a la que se accede subiendo una sencilla escalera y durmiendo en colchones.
Aquí también faltan los adornos, el único es el estampado con temática de té.
La sorpresa de la casa es el juego de té escondido en el suelo de la casa.
La casa fue un éxito y pronto se le pidió al autor que hiciera una versión de 4 ruedas. Y esta vez salió muy bien.
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