Sam Maloof, un modelo de excelencia en carpintería

Me gusta aprender todo lo posible sobre quienes han influido en el arte de trabajar la madera a lo largo de los años. Son figuras de referencia y todos ellos han dejado algo tras de sí: una unión especial, una forma de trabajar, una técnica innovadora, un mueble especial. Han dejado su huella en la industria para siempre y creo que todos los que se dedican a trabajar la madera deberían querer saber todo lo posible sobre ellos, no sólo la técnica o la mano de obra que los define. Porque son el resultado de un modo de vida, de una filosofía, de una creencia. Lo mismo ocurre con Sam Maloofuna figura destacada en este campo, un héroe americano. De hecho, Jimmy Carter, el presidente estadounidense que tenía la carpintería como afición, le llamaba "mi héroe carpintero". Me gustaría hablar de Sam Maloof, quien, a pesar de todos los premios y títulos que recibió a lo largo de su vida, siempre llevaba escrito en su tarjeta de visita "Sam Maloof - carpintero".

Sam Maloof fue uno de esos carpinteros que trabajó toda su vida a mano, tratando de llevar la madera al patrón que tenía en la cabeza. Incluso cuando alcanzó el éxito, no abandonó esa idea, y siguió siendo ese artesano que trabaja en unos 50 muebles al año. Pero estas piezas han pasado a la historia.

Nació en 1916 en el sur de California, hijo de inmigrantes libaneses. Desde niño le encantaba trabajar la madera, fabricando todo tipo de juguetes, muebles para casas de muñecas y cucharas de madera que su madre utilizaba en la cocina. Tras graduarse en la universidad, trabaja durante un breve periodo y en 1941 se alista para luchar en la Segunda Guerra Mundial. Abandona el ejército en 1945 y regresa al sur de California. Conocer a su futura esposa, Alfreda, y casarse en 1948 le encamina definitivamente hacia la carpintería. Alfreda, una joven artista, reconoce inmediatamente ese talento innato en Sam. Ella le apoyará y estará con él el resto de su vida.

Inmediatamente después de casarse, se mudan juntos a una nueva casa y montan un taller en el garaje. Allí empezó a trabajar en muebles, primero por necesidad, para amueblar su propia casa, y luego empezaron a llegar los encargos. En 1953 se mudan a una nueva casa en Alto Alma, California. Este lugar será icónico para Sam. En el momento de la mudanza, la casa tenía seis habitaciones. Con el tiempo, construyó 16 habitaciones más por su cuenta, éstas incluían su taller, sala de exposición, y 2 habitaciones donde almacenó una cantidad impresionante de madera especial a lo largo de su vida. Solía decir que él no buscaba la madera, la madera le encontraba a él. Todo en la casa estaba construido por él -puertas, ventanas, escaleras interiores, muebles- y cuando, en 2000, la ampliación de una autopista supuso cruzar su finca, pidió permiso para apartar la casa del camino. En tres meses desmontó y volvió a montar todo a cinco kilómetros de distancia.

Maloof ha seguido siendo un nombre muy conocido en la carpintería por muchos motivos. Ante todo, era un perfeccionista. Quería que cada mueble que fabricaba fuera apreciado tanto por su calidad como por su utilidad y comodidad. Siempre decía que no quería hacer muebles en los que pusiera "no tocar". "Mis sillas son para que la gente se siente y mis mesas son para que la gente coma", era su forma de decir que hacía muebles para la gente, no obras de arte no funcionales. Sin embargo, muchos de los muebles de Maloof están ahora en famosos museos o colecciones privadas, y las piezas originales se venden en subasta por sumas impresionantes.

He dicho que era un perfeccionista. Inventó una forma especial de unir las patas de las sillas -la unión que lleva su nombre- para que fueran muy cómodas y resistentes al mismo tiempo. Se dice que cuando recibió el encargo hizo primero un prototipo. Para asegurarse de su resistencia, se subió con la silla al tejado del garaje y la dejó caer desde allí a la entrada de la casa. La articulación permaneció intacta tras el impacto.

Era respetado y admirado porque todo lo que aprendía lo transmitía. Decía que sabía lo que significaba el trabajo de un artesano, que se esforzaba por encontrar las mejores soluciones y que si las encontraba prefería contárselo a los demás. Es la razón por la que hay tantos muebles "estilo Maloof" y muchos menos muebles originales, hechos por Maloof. También del deseo de transmitir lo que había aprendido nace en 1983 la autobiografía "Sam Maloof - Woodworker" que es en realidad un libro de "cómo..." con más de 300 fotografías de uniones, técnicas y muebles.

Como ya he dicho, trabajó toda su vida a mano. En 2001 dijo en una entrevista que trabajaba en el garaje de un coche, sin ningún equipo eléctrico. Básicamente, una pieza de madera cobraba vida lentamente en sus manos, siguiendo un diseño que sólo existía en la mente de Maloof. Sin clavos, tornillos ni otros materiales similares, el objeto se unía y empezaba a tomar forma. Luego vino el lijado a mano, hecho a la perfección, y el acabado que dio al objeto un brillo y un tacto sedosos. Hay una historia sobre Ray Charles y una mecedora Maloof. Reconoció la mecedora en casa de un amigo con solo tocarla. Solía decir que los muebles Maloof tenían alma.

Ha trabajado con maderas de especies especiales que ha coleccionado durante toda su vida. Su favorita era el nogal negro americano, pero también trabajaba el palisandro, el arce, el nogal americano, el ébano y el corcho. Una de sus firmas son las espigas negras de ébano.

Aparte del porro, la pieza por la que hizo historia es la mecedora favorita de tres presidentes estadounidenses: Carter, Regan y Clinton. Una de estas mecedoras se vendió en una subasta por 51.000 dólares.

Sam Maloof falleció en 2009 a los 93 años, dejando un impresionante legado al mundo de la carpintería. Ganó un sinfín de premios y títulos, tuvo el reconocimiento de su país al más alto nivel, pero siguió siendo un hombre modesto que no dejó de aportar sus conocimientos. Deseaba no jubilarse nunca y trabajar hasta el final de su vida, y así lo hizo. Trabajó en su taller hasta tres meses antes de su muerte. Era una personalidad inconfundible a la que la revista People llamó "Hemingway de la madera dura".